Perspectivas

La gestión de Salud reducida a la mínima expresión

Somos testigos de la tendencia simplificadora que han adoptado los gobiernos y administraciones en los últimos años. Se simplifican los discursos, los argumentos, las exigencias, los procesos, los servicios… se simplifica todo, lo que se debe y lo que no.

El servicio público que ofrece una administración debe mantener el equilibrio entre ser eficiente y ser de calidad, y si hablamos del servicio sanitario, más todavía, siendo a la par, el más complejo de todos ellos. 

En Navarra comprobamos desde hace años que los gestores sanitarios vienen y van sin un rumbo excesivamente claro (siendo generosos), con objetivos que distan mucho de las necesidades del sistema sanitario, de sus profesionales, de pacientes y de las expectativas, en general, de la ciudadanía. 

Estos gestores, por lo general, son poco capaces de ver el bosque. Se centran en un árbol, en si talarlo les abre el camino para llegar antes a donde sólo ellos conocen, sin pensar en si talar el árbol tiene consecuencias para el ecosistema del bosque. Esto es lo que viene pasando en la gestión de Salud que, bajo la premisa de la “eficiencia”, retuerce, reduce y simplifica la normativa de un ente tan complejo como el del SNS-O al propio interés de la administración, en lugar de trabajar, reforzar y asegurar la calidad, eficiencia y exigencia de la asistencia sanitaria.

Muestra de este simplismo es la actual reducción de variables de puntuación en los concursos de acoplamientos y traslados. Movimientos que permiten a las y los profesionales cambiar su puesto/ámbito de trabajo a otros que se adecúen más a sus preferencias, formación y conciliación. Para lograrlo, en el caso de enfermeras y fisios, contaban con conseguir puntuación a través de la antigüedad, postgrados, cursos adicionales, idiomas... un proceso que a la administración le lleva tiempo resolver porque no ha profesionalizado ni informatizado la categorización de las distintas variables de los baremos.

Por ello, en lugar de asemejarse a otras comunidades implantando un programa informático que otorgue X puntuación a X formación, años trabajados, nivel de idiomas, etc., ha decidido en cuatro días simplificar la formación al nivel de Carrera profesional de cada aspirante. Una decisión reduccionista que trae de partida el problema del retraso generalizado que llevan las resoluciones de carrera profesional, lo que hará perder puntuación y opciones a más de uno. 

En estas formas de hacer y deshacer, también está el gestor que no sólo tala el árbol, sino que arrasa con lo que pilla por delante y te lo vende como si te hubiera abierto una autopista de dos carriles, pero, eso sí, pagada de tu bolsillo, no vayamos a perder de vista la eficiencia el sistema. Así ha pasado con las enfermeras especialistas, necesarias para la administración en determinados servicios y a los que se les va a dar prioridad para ocupar plazas de enfermera generalista, pero con funciones de especialista.

Es decir, se aprovechan del esfuerzo, formación y conocimiento de estas profesionales sin crearles una plaza como tal, sin retribuirles como tal y sin reconocerlas en plantilla como tal. Un caramelo envenenado que deja ver las nulas intenciones de este gobierno de apostar por la implantación de las especialidades. Más bien, deja ver la premeditación y alevosía con la que estos gestores han decidido aprovecharse del esfuerzo ajeno. Del propio no, que ese hay que reducirlo, para la eficiencia del servicio público.