Perspectivas

Hacer la vista gorda con nuestros mayores tiene consecuencias

Juan tiene 76 años. María, 82. Concha 84. Pedro, 79. Ellos son algunas de las personas residentes en un centro para la tercera edad del grupo AMAVIR. Centro elegido por ellos y sus familias, depositando la confianza -y el ahorro-, y buscando ser atendidos y cuidados con todas las garantías y mimo que uno se merece al llegar a la edad de descansar.

Son cuatro, pero hay más de 500 personas como ellos residiendo en tres de las seis residencias de este grupo empresarial en Navarra, AMAVIR Argaray, A. Oblatas y A. Mutilva. Y todos ellos están sufriendo ya la precariedad a la que tienen sometido al personal que cura, cuida, atiende y escucha a nuestros mayores. Desde la asistencia médica, la cura de una herida, la ducha diaria o el saneamiento de los entornos en los que viven. Precariedad en forma de sueldo, de nefastas condiciones laborales, de ratios raquíticas e, incluso, precariedad en el trato recibido. 

Todo ello con el beneplácito por el Gobierno de Navarra y la Consejería de Derechos Sociales que, a pesar de subvencionar mediante conciertos a estos centros con dinero de todos, miran hacia otro lado para no ver el inevitable desgaste de un sistema sociosanitario abocado a la más absoluta indigencia. Un sistema burocrático y político, ciego a las necesidades de profesionales y pacientes, que permite la desaparición del convenio de trabajo y la no negociación y aprobación de uno nuevo que mantenga un mínimo, minimísimo, de respeto profesional, personal y social.

Un gobierno que pone contra las cuerdas al personal que, para negociar sus condiciones los abandonan a su suerte con las gerencias del grupo, pero, para dejarles ejercer su derecho a presionar con huelgas y otras medidas, se autodesigna autoridad para obligar a servicios mínimos a máximos. Una de cal, y otra de cal, pero más fuerte. Un gobierno que, a pesar de ser personal sanitario y hacer parte del trabajo de Atención Primaria, no son reconocidos como tal por la administración. Un agravio incompresible que se suma al de las condiciones laborales y económicas de aquellos que pertenecen al SNS-O, en lugar de a Derechos Sociales. Distintas varas de medir para un sector encargado de cuidar a aquellos que han dado la vida por las siguientes generaciones. Menuda hipocresía.  

El grupo AMAVIR está cerrado en banda a negociar un convenio digno con los y las médicos, enfermeras, gerocultoras, personal de limpieza, administrativos… de las residencias. Por no hablar de la nula carga ética que conlleva tener a los centros más pequeños del grupo (Valle de Egües, Betelu e Ibañeta) en el convenio estatal, todavía más precario que el que va a decaer en Navarra el próximo mes de junio, y al que pertenecerán estos centros tras esa fecha si la empresa no cambia de actitud. 

Lo realmente triste de toda esta historia no es ya que los profesionales se vean presionados a forzar horarios, chantajeados con el “no irás a dejar a Juan sin su cura, ¿no?”, y tantos otros comentarios e insinuaciones, poniendo su vocación a prueba cada hora… lo verdaderamente triste es que Juan no reciba la atención que se merece porque, ni al gobierno de Navarra, ni al grupo AMAVIR, ni al sindicato UGT, que con su silencio cómplice desoye las demandas de las trabajadoras, les parece prioritario poner los cuidados de nuestros ancianos y ancianas en el primer puesto de las prioridades. 

No hay futuro para nuestros mayores si no se negocia y aprueba un marco de trabajo digno, respetuoso y duradero para los que cuidan de ellos. De nuevo, el “cuida a quien te cuida” se quedó como eslogan de la pasada pandemia.