Perspectivas
Cinco años de olvido: la enfermería sigue siendo la cenicienta del sistema

Han pasado cinco años desde que la enfermería, y resto de profesiones sanitarios, dieran un paso al frente en la peor crisis sanitaria de la historia reciente.
Cinco años desde que el aplauso en los balcones se transformara en promesas de mejora, en discursos emotivos y en compromisos que, según nuestros gobernantes, eran inquebrantables. ¡Qué tiempos aquellos en los que se nos decía que nada volvería a ser igual! Teníamos que salir mejores, más fuertes, más solidarios.
Hoy, sin embargo, la realidad es otra. Ni mejores, ni más fuertes, ni mucho menos más solidarios. La enfermería sigue siendo la eterna olvidada del sistema sanitario. El Preacuerdo de Mejoras para enfermería y fisioterapia, firmado hace dos años por SATSE y la anterior cúpula de Salud, tiene los puntos más relevantes (solape, complementos, especialidades, control de agendas...) sin ejecutar. Mejoras que vieron justas y que facilitarían el día a día, y compensaría, en parte, el inmenso esfuerzo hecho desde hace cinco años. Sin embargo, no cesaremos, pese a las evasivas de la administración, más tarde que pronto, tendrán que cumplir con las profesiones.
Mientras tanto, el día a día en los hospitales y centros de salud se ha convertido en una carrera de obstáculos. Falta personal en servicios complejos, las plantillas son insuficientes, las cargas de trabajo insoportables. La administración no mueve un dedo si no se les pinta la cara en medios de comunicación. Lo hemos visto con el refuerzo de Oncología, solicitado por el propio personal hace mucho tiempo. ¡Qué pena tener que llegar a esto!
Se nos exige cada vez más, sin reconocimiento, sin compensación. Parece que todo vale en nombre del paciente, que podemos asumir cualquier sacrificio sin derecho a quejarnos. Pero no, la vocación no implica regalar el tiempo personal, no evita las lesiones por sobrecarga, no impide el agotamiento físico y mental.
Por si fuera poco, a la dejadez administrativa hay que sumarle el desprecio institucional. Las agresiones físicas y verbales son una realidad cotidiana. Los conflictos laborales con otros colectivos se alimentan desde las propias estructuras de poder. Mientras que en reuniones se llenan la boca hablando de humanización, trabajo en equipo y de interdisciplinariedad, en la realidad del día a día las enfermeras somos ignoradas, o peor, usadas en batallas ajenas. Recientemente se nos ha acusado de "usurpar funciones" por indicar recetas cuando la realidad es que solo cumplimos con lo que direcciones y facultativos nos obligan a hacer. No señores, no queremos hacer recetas ni nada que no esté dentro de nuestro campo competencial y jurídico.
Y es que es evidente. Estas situaciones que vemos denunciadas a diario en los medios por pacientes y profesionales demuestran la falta de valentía política para abordar los problemas estructurales del SNS-O. Ningún gobierno, ni este ni los anteriores, ha tenido la determinación de meter mano de verdad a un sistema que fomenta desigualdades y que perpetúa injusticias. La nueva Ley Foral de Salud, tal como está redactada, tampoco lo hará. Lo que sí está claro es que la enfermería y la fisioterapia siguen en un segundo plano: seguimos mal clasificadas en el Estado en el grupo A2, y nivel B - todavía peor - en Navarra (antiguos diplomados), cuando deberíamos estar en el Grupo A (como la mayoría de grados universitarios de 240 créditos). Las diferencias salariales en muchos complementos son abismales, la Carrera Profesional ha perdido todo el sentido original, y las últimas políticas parecen estar más orientadas a igualar por abajo que a reconocer el esfuerzo y la formación.
Mientras tanto, seguimos. Seguimos porque nos importa la salud de nuestros pacientes, porque sabemos que sin enfermería y sin fisioterapia el sistema colapsaría en menos de 24 horas. Pero no nos equivoquemos: la paciencia tiene un límite. Y si algo debiera haber aprendido la administración en estos últimos cinco años es que no se puede construir un sistema sanitario sólido sobre hombros agotados.